Arrancamos con dualidades y contrastes: el reto de resolver dos casas hermanadas, pero de personalidad propia, independientes, en solo 80 m² de terreno y la oportunidad de proyectar formas experimentales de vivir un programa arquitectónico tradicional.
Propusimos entonces un espacio que se desarrolla verticalmente en plataformas traslapadas que contienen usos definidos, conectadas entre sí por vacíos y puentes, desdibujando sus límites espaciales y fundiéndolo en un solo ambiente social en lo íntimo de una “guarida” que culmina en un top roof inmerso en el arbolado de su entorno y sus vistas.
El resultado: una extensa paleta de materiales, sistemas constructivos, tecnologías, características espaciales, modos de vivirles y sobre todo el inmenso placer de haber jugueteado tanto en tantas primeras veces.